Hay un dato que no se lo tiene mucho en cuenta, no es noticia de crónica roja, pero que es necesario tener conciencia, tanto para valorar al agro en la real dimensión de su aporte a la seguridad alimentaria de la sociedad, pero sobretodo, para estar claros en los desafíos presentes y futuros de la alimentación en el país, y que de hecho ya es una alerta naranja que va a pasar a roja si no se hace nada, para variar.
Ecuador tiene la mayor densidad poblacional de la región, somos 70,2 personas por Km². Para que tengan una idea en órdenes de magnitud, Colombia tiene 43, Perú 25 y Bolivia 11 habitantes por Km². El boom petrolero en la década pasada incentivó el crecimiento demográfico y a eso se suma el hecho de que somos el país de más alta tasa de embarazo adolescente; sino fuera por la migración al exterior, ese dato de densidad poblacional sería aún más alto.
De acuerdo al INEC, desde julio de 2022, somos 18 millones de habitantes (no será una sorpresa que el nuevo Censo Poblacional que recién empieza, nos indique que en realidad ya superamos los 18,5 millones), en apenas 256 mil Km² de territorio; pero resulta que de esa extensión solo hay 52 mil Km² de superficie agrícola, entonces hay que alimentar a 346 personas por Km², ¡todo un reto para el agro!
No podemos, ni debemos y la mayoría no queremos, aumentar la frontera agrícola a costa de talar más bosques, sería un suicidio ecológico (mírese el caso de Haití, otro país de pequeño territorio y alta densidad poblacional, que acabó con sus bosques y vive en pobreza, hambre y conflicto).
Por otra parte, la «mancha urbana» se come todos los años tierra agrícola en los alrededores de las ciudades, basta con ver la urbanización de los valles alrededor de Quito y como las ciudadelas se extienden por suelos antes agrícolas en Samborondón hacia Daule y Salitre en Guayaquil, por citar a las urbes más grandes del país.
Entonces, para alimentar a una población creciente con menos tierra, necesitamos una agricultura eficiente y productiva, que además sea ecológica, en el sentido de ambientalmente sostenible, sea también por supuesto socialmente responsable, una agricultura sin pobreza, porque no se puede pretender resolver el problema de la alimentación a expensas de dejar en la pobreza a los agricultores.
Ese es el gran reto, alimentar de forma sana a una población creciente, con una superficie agrícola decreciente, de manera ecológica y socialmente responsable.
¿Se lo puede hacer? Se lo tiene que hacer, porque ya lo último que le faltaría al país, – sumido quizás en la más grande crisis contemporánea, con un magro crecimiento del PIB, 7 de cada 10 sin empleo adecuado, 43% de pobreza rural y 22% de indigencia, 40% de desnutrición infantil -, es una escasez de alimentos.
Podemos lograr el reto alimentario, si en vez de discusiones estériles y anti científicas, nos ponemos a pensar en cómo ser más productivos usando la agroecología como ciencia y no como religión, menos ritos y más ciencia, menos palabrería y más acción.
Las peleas intrascendentes entre los que defienden una producción 100% orgánica y aquellos que quieren una 100% convencional son disfuncionales (véase lo que pasó en Sri Lanka con la “genial” decisión del ex – presidente, que tumbaron, de prohibir el uso de insumos químicos, que ocasionó una baja en el 40% de la oferta, escasez de alimentos, subida exorbitante de los precios, protestas populares y caída del gobierno); en una dialéctica de tesis, antítesis y síntesis, la agroecología resuelve esa contradicción.
La mayoría de nuestro abastecimiento de alimentos pudiera estar bajo sistemas de producción agroecológicos, una parte bajo sistemas orgánicos para mercados de nicho y otra en agricultura convencional limpia (con optimización de uso de insumos de síntesis química de etiqueta verde, combinado con manejo integrado de plagas) y no es necesario introducir transgénicos.
A la par de ser creativos para producir más y mejor, debemos tener más criterio en la distribución; el mercado debe facilitar el acceso a los alimentos no excluir. Menos ideologismo y más sentido común, porque si sigue creciendo el hambre esto va a estallar.
Ney Barrionuevo, especial para D´’UNA
Fuente: D´’UNA
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